El Diseño Arquitectónico: ¿un concepto mal interpretado por el cliente?

Arquitecto, ¿cuánto me cobra por hacerme el planito?

Muchos de nosotros nos hemos encontrado con clientes formulando esta pregunta que, aun cuando pareciera curiosamente graciosa, esconde detrás una percepción errónea para un buen número de personas ajenas a la profesión de lo que implica realmente diseñar y desarrollar un proyecto arquitectónico.

Y me refiero principalmente a proyectos de pequeña envergadura en donde el cliente no es, con seguridad, un corporativo solicitando un gran edificio. A mí, en lo personal, me ha sucedido varias veces:

-Arquitecto, quiero hacer mi casa de campo, ¿cuánto me cuesta hacer el plano con usted?

-Nuestra tarifa para ese tipo de proyectos es de tanto por metro cuadrado, así que calcule según el área aproximada que piensa que puede tener su casa- (si no es que yo mismo se la ayudo a calcular).

-¡Uy, arquitecto! ¡¿todo eso?!- Y aquí es donde entro a explicarle al cliente lo que implica y el alcance que tiene «hacer el plano» de su casa.

El diseño arquitectónico, base principal y punto de partida de la arquitectura como disciplina consiste, ni más ni menos, en la creación, concepción, formulación y definición al nivel de detalle de un hábitat determinado. Este proceso, complejo por demás, involucra aspectos funcionales, estéticos, creativos, ecológicos, urbanísticos y técnicos que implican un conocimiento a nivel profesional de quien lo ejecuta. Es precisamente el arquitecto quien tiene la capacidad de desarrollar esta labor de manera idónea, porque para esta es que ha sido formado en la academia durante varios años.

Imagen tomada de www.pixabay.com.

No obstante, me parece mucho que la idea general de algunas personas ajenas a la profesión es que el diseño arquitectónico consiste en sentarse a «dibujar un plano», tarea aparentemente sencilla que solamente requiere de alguna destreza en dibujo asistido por computador y que se desarrolla en un par de horas o tal vez menos. Desde luego, nada más alejado de la realidad.

Diseñar un hábitat conlleva (o, al menos, debería conllevar) una serie de procesos e implicaciones complejas: analizar el lote o el lugar de implantación del nuevo proyecto, sus características, accesibilidad, clima, asoleación, condiciones de vegetación, entorno urbano y su carácter, topografía, etc; analizar y aplicar la normatividad correspondiente; entender las determinantes funcionales del proyecto (su uso y forma de funcionamiento); comprender las necesidades y expectativas del cliente o usuario final del proyecto; conocer de antemano las limitaciones en términos de costos de construcción del proyecto; minimizar el impacto ambiental que la implantación del proyecto pueda suponer y tener conocimientos técnicos lo suficientemente robustos como para garantizar que el proyecto será viable técnicamente hablando, entre otros.

Una vez esta información está clara, el arquitecto cuenta con la base, la materia prima para iniciar su labor de diseño. Existen, en principio, tres etapas principales en la elaboración de un proyecto arquitectónico, a saber, la primera, el esquema básico, es decir, la idea inicial esquemática, aún abstracta, de la estructura básica del proyecto en cuanto a intenciones formales y volumétricas y de esquema funcional del edificio. Una segunda etapa, que se denomina etapa de anteproyecto arquitectónico, consiste ya en un proyecto definido en planimetría con dimensiones y características también ya definidas. Como proyecto está ya casi terminado en su diseño, pero aún no es construible y está sujeto a modificaciones y mejoras menores. Este estadio del anteproyecto arquitectónico es normalmente el que es útil para efectos de trámites de licencias y permisos o de presentación para concursos de diseño. La etapa final se denomina proyecto arquitectónico como tal. En esta etapa el proyecto está definido al nivel del más mínimo detalle constructivo y contiene la suficiente información para que pueda ser construido. En esta etapa ya no hay lugar a modificaciones ni mejoras en diseño (aunque vale la pena aclarar que es habitual que estas se puedan dar durante la obra).

Hacer un plano, por otra parte y en el sentido literal de la expresión, consiste simplemente en el acto de dibujar, sea manualmente o a través de programas de dibujo asistido por computador, un plano determinado (que desarrollado ya el tema principal de este artículo, supone el dibujo del plano de un proyecto ya diseñado). Para esta labor no se requiere ser arquitecto, simplemente tener conocimientos de dibujo arquitectónico y conocer de programas de dibujo asistido por computador.  Y, con todo, dibujar el plano es una labor que le tomará al dibujante más de dos horas en promedio con casi total seguridad.

En resumen, es muy importante que el cliente tenga claro el concepto y lo que implica la labor del diseño arquitectónico y que, así mismo, la valore en su verdadera magnitud, pues esto es de vital importancia al momento que le demos a conocer nuestras tarifas sin que por ello pueda sufrir un infarto. También quiero hacer una reflexión en mis colegas que lean esto, que nosotros mismos valoremos nuestro trabajo como arquitectos y que, en consecuencia, cobremos siempre a los clientes lo justo, lo que verdaderamente vale nuestro trabajo.

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